Taller de Ángeles – Un Café con Jesús – Día 6
Bienvenido a un día más, para un Café con Jesús!
El café ya casi está listo, ¿Te provoca un Moccachino?… o ¿Un Capuchino? Mmm, Ok! El que más te guste!
Jesús y yo te estabamos esperando
(acomódate frente a un asiento vacío, allí está sentado Jesús)
Mientras suena el café colándose, se escuchó un silencio:
Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Mateo 3:17
Dios nos ha mandado a Jesús, su hijo al que ama con todas sus fuerzas.
Con estás palabras nos sumergimos en una maravillosa reflexión, en el momento en el que Jesús se estaba bautizando por Juan el Bautista. Dios habló para manifestar su aprobación no porque Jesús necesitará limpiar sus pecados, sino porque al hacerlo Jesús nos estaba dando el ejemplo a nosotros.
Disfrutemos del café con la mirada puesta en el momento que nacemos espiritualmente: el bautismo.
Vamos a compartir con Jesús!
Visualización: Jesús, hablemos del Bautismo!
Ya están listán los cafecitos! Vamos a ponernos cómodos!
Jesús! Me he leído que tu bautismo fue un momento increíble. Cuéntanos más sobre eso.
Mi bautismo fue una experiencia alucinante, te lo digo. Estaba en el río Jordán, y allí estaba mi buen amigo Juan el Bautista esperándome. Ya conocía a Juan desde hace tiempo, un tipo con estilo, ¡Ah, Juan el Bautista! Déjame contarte sobre este tipo. Imagina a un hombre con una barba tan frondosa que podrías esconder un pajarito en ella. ¡vaya barba tenía!. Tenía una voz poderosa que resonaba en los corazones de todos los que lo escuchaban. Era como un torbellino de pasión y fervor, siempre hablando de arrepentimiento y preparando el camino para mí. Pero a pesar de su apariencia salvaje, era un tipo amable y compasivo, con un corazón gigante. Juan no se guardaba nada, siempre decía lo que pensaba y no le importaba meterse con los fariseos y los políticos de turno.
Era un verdadero personaje, pero más que eso, era un profeta enviado por Dios para anunciar mi llegada. Juan y yo éramos los mejores en esta misión divina, dos piezas de un rompecabezas celestial. Sabía que tenía una misión importante que cumplir. Juan era un tipo carismático y tenía una energía increíble.
Así que allí estábamos en el río, listos para hacer mi bautismo. Y el me decía: “Jesús, amigo, no necesitas ser bautizado, tu vives sin pecados”, pero le dije: “¡Es parte del plan divino, Juan!” Y, bueno, ¿quién puede discutir con eso?
Y durante el bautismo, ¡Bam!, los cielos se abrieron y el Espíritu Santo descendió sobre mí. Fue un momento de película, te lo juro. Me sentí como una superestrella con mi propia banda sonora celestial. Incluso escuché esa voz de mi Padre en el Cielo diciendo: «”¡Éste es mi Hijo. Yo lo amo mucho y estoy muy contento con él!”».
Después de ese gran espectáculo divino, decidí que era hora de lanzar mi carrera como predicador estrella. Me puse a enseñar el amor y la verdad por donde quiera que iba.
Es asombroso, Jesús. Me encanta la forma en la que me cuentas tu bautismo. Me has hecho reír imaginando a Juan y también reflexionar en ese momento tan importante. Nuestro Padre Celestial, El Espíritu Santo y tú el Hijo de Dios. Todos en el mismo momento reunidos para tu bautizo. Me emociona saber que en el momento de mi bautismo estuvieron los tres allí para mi también! Muchísimas gracias, Jesús!
Ahora de la misma forma, Jesús quiere que le compartas. ¿Te bautisaste? ¿Cuándo fue? ¿Dónde te bautizaron? ¿Quienes estuvieron allí en ese día tan especial? ¿Lo recuerdas? ¿Qué sentiste?
Te ha escucha con gran atención cada detalle, al hablarle de tu bautismo el escucha con encantado con mucho amor. Aunque lo recuerda porque siempre ha estado allí, esta vez es diferente porque se lo cuentas tú!
Mañana nos veremos de nuevo, para otro cafecito con Jesús!
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