DÍA 25 – 30 DÍAS DE ORACIÓN CON NUESTRA MADRE CELESTIAL

María como madre nos enseña a consagrar nuestras vidas al Espíritu Santo, tal como ella lo hizo.

Para poder recibir los Dones del Espíritu Santo y dar sus Frutos, necesitamos hacer un espacio dentro de nosotros para recibirlos. El Espiritu Santo tiene una misión santificadora de edificar la iglesia de Cristo. Todos los bautizados que practimos la fe formamos la iglesia y el Espiritu Santo va repartiendo sus dones y gracias para animarla.

El Espiritu Santo también santifica y restaura la iglesia. Esto tiene que ver con la conversión de la persona que se reconoce imperfecto, pecador en busca de Dios para poder llegar a Él.

En el proceso de santificación y restauración siempre habrán caídas, puesto que aprenderemos de nuestros propios errores y hemos de levantarnos de nuevo con la ayuda de Dios para volver a intentarlo.

Será necesario pedir el perdón y la ayuda del Espíritu de Dios para ser nuevas criaturas y volver a comenzar de nuevo en Él y por Él, tal como en el momento de nuestro bautismo. Todos estamos llamados a la santificación, que no es algo inalcanzable sino un camino de perseverancia y trabajo del día a día que sin la ayuda de Dios, el hombre no puede lograrlo por sí mismo.

²  y renovaos en el espíritu de vuestra mente,

²⁴  y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Necesitamos ser capaces de superar el ego que nos lastima, no solo pidiendo perdón a Dios y a los que hemos lastimado si fuera el caso. Sino a nosotros mismos. Si no somos capaces de perdonarnos, la herida no sana en nuestras almas.

Vamos a reflexionar sobre la santifición y restauración que necesitamos en nuestras propias vidas, algunas veces producto de mi propio pecado y otras veces víctimas del pecado de otros. Allí el perdón es la clave para ser restaurados y santificados: El Alma está herida!

Pregúntate a ti mismo: ¿Cuáles son las heridas en mi alma producto del pecado? 

En la Biblia, Efesios 4:31-32, menciona como podemos vaciar de nosotros lo que no nos permite sanar para que el espiritu pueda renovarnos y restaurarnos por completo. De este modo podremos ser verdaderamente nuevos hombres y mujeres, creados según Dios en la justicia y santidad de la verdad.